Música en directo y festivales de música: ¿populismo musical?

12 de diciembre de 2019

 Por Jordi Oliva Codina,jordi oliva profesor del posgrado gestion de eventos UOC profesor del Posgrado en Gestión de eventos culturales, deportivos y corporativos de la UOC


 

  

¿Está demasiado presente el concepto «Populismo musical» en los festivales de música? ¿Qué consecuencias se derivan de estas prácticas en la programación de un festival? ¿Hasta qué punto esta tendencia puede suponer un impacto negativo en el sector de la música en directo? 

Los primeros festivales en destapar la programación para el próximo verano son los grandes: Coachella,  BBK live o el Madcool. Son unos auténticos maestros en la comunicación y en la generación de expectativas. A continuación encontraréis un vídeo que lo demuestra. Estos festivales nacieron con el distintivo (no tan distintivo) de festivales de música alternativa y que albergan —teóricamente— las novedades musicales. Aunque hace tiempo que en la literatura académica ya se les conoce como «Popular music festivals«. Sin embargo, creo que estamos rozando el siguiente nivel de estos festivales «pop», llegando al «Populist music festival» o al populismo musical.

¿Cuándo usamos los términos relacionados con los festivales y el populismo musical? Normalmente, usamos estos términos para declarar que una interpretación o una adaptación de alguna pieza conocida, se hace más fácil o «facilona», para que personas ajenas al conocimiento de esa pieza lo puedan entender. El análisis de ciertas programaciones de festivales sumado con los datos de la evolución de la economía musical llevan a pensar que estamos ante un fenómeno de populismo en la programación.

 

— ¿Por qué nos estamos aproximando a una programación de festivales de música basada en el populismo musical? ¿Es positivo o negativo?

 

Actualmente, los festivales más conocidos llevan programando como cabezas de cartel a una serie de artistas consagrados para asegurar su taquilla. Esta programación, naturalmente, incluye a nombres de bandas poco conocidas que, siempre, suelen estar programados para horas intempestivas: cuatro de la tarde, tres de la mañana…. Esto supone una parte positiva pero, sin embargo, hay otros puntos que conviene analizar para curarnos de un potencial populismo cultural.

 

1. Estamos cayendo en un oligopolio de productos artísticos

Por un lado, la tendencia en la economía musical es recuperar parte de los ingresos con las plataformas de streaming (Spotify, Apple, Amazon o Deezer). Sin embargo, este ingreso repercute poco en los grandes nombres de las empresas distribuidoras (Universal, Warner y Sony) que hace tiempo se inventaron los tratos que incluyen ingresos por venta de entradas, merchandising y otros. De hecho, el centro de la economía musical, actualmente está girando alrededor de la música en directo y aparecen nuevos actores en la palestra. El más activo y más agresivo, Live Nation que domina prácticamente el mercado de la música en vivo. En definitiva, estamos cayendo en un oligopolio de unos cuantos que programan «productos artísticos» acentuando la economía de la experiencia por encima del consumo virtual. Esto, traducido en datos, significa: 

  Un aumento del número de festivales: en España se ha pasado de tener unos 500 festivales en 2008 a casi 900 en el 2018 [1]

Un aumento del consumo digital: 25% que tiene previsión de crecer a una tasa más alta.

 

2. Experiencias únicas traducidas en datos cuantitativos. ¿Es positivo este análisis?

Por otro lado, tenemos las motivaciones de las personas que asisten. El perfil del ‘festivalero‘, en general, busca experiencias auténticas e únicas que le hagan salir de la realidad cotidiana, dentro de una atmósfera agradable y tener una experiencia social intensa[2]. La industria musical tiene muy clara la estrategia y ofreciendo experiencias meticulosamente pensadas. De hecho, los datos de la música en vivo son tajantes: existe un crecimiento enorme. El año 2013 se facturó 158 millones de euros mientras que en el año 2018 fueron 333 millones de euros. En conclusión, podríamos estar contentos por este crecimiento que favorece el consumo musical, un consumo cultural y un consumo que revitaliza la industria musical. Por supuesto, es positivo, pero sólo si nos quedamos con una valoración cuantitativa.

 

3. El valor de los datos cuantitativos y económicos por encima del enriquecimiento cultural 

Cómo hemos incoado antes, hay varios indicadores que muestran que estamos ante el asentamiento de una cultural industrial (ya profetizada y descrita por Adorno [3]). Esta cultura favorece las fórmulas de la economía de escala por encima del enriquecimiento a través del conocimiento, del desarrollo artístico, identitario o estético. Esta cultura promueve una nueva distinción entre cultura industrial que, como describió Maloouf [4], genera una identidad global que devora la cultura cercana dejándola como antigua o pasada de moda. En este sentido, el estudio del impacto social, cultural y emocional de estas actividades puede obtener las claves para entender qué resultado intangible deja esta cultura inspirada en la economía capitalista y hacer un cambio a una economía, sí de la experiencia, pero de una experiencia social y arraigada en la cultura que enriquece a las personas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

[1] APM, 2019. http://decimoanuario.apmusicales.com/digital/

[2] Packer, J., & Ballantyne, J. (2011). The impact of music festival attendance on young people’s psychological and social well-being. Psychology of Music, 39, 164–181. https://doi.org/10.1177/0305735610372611

Williamson, J., & Cloonan, M. (2007). Rethinking the Music Industry. Popular Music, 26(2), 305–322. https://doi.org/10.1017/S0261143007001262

Brown, A. E. V. E., & Sharpley, R. (2019). UNDERSTANDING FESTIVAL-GOERS AND THEIR EXPERIENCE AT UK MUSIC FESTIVALS, 23, 699–720.

[3] Adorno, T. W. (1991). The culture industry. Routledge

[4] Maalouf, A. (2012): Identidades asesinas. Madrid: Alianza. Millán


 

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Autor / Autora
Investigador de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC.